¿Qué es una crisis de ansiedad?
Entendemos como ansiedad una reacción normal del individuo frente a situaciones de estrés y en ocasiones se puede transformar en una ansiedad patológica. Esto quiere decir que será de mayor intensidad y frecuencia de lo esperado en relación con el estímulo que lo desencadena, pudiendo configurar un trastorno de ansiedad generalizada.
Cuando nos referimos a una crisis de ansiedad o de angustia, hablamos de una ansiedad patológica, de aparición brusca y repentina de miedo o malestar de carácter intenso, acompañada de los siguientes síntomas: palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de ahogo, opresión torácica, miedo a perder el control y volverse loco, náuseas. Esta sintomatología simula a la del infarto agudo de miocardio; por tanto, todo paciente que acuda a urgencias con este cuadro, aún sabiendo que se trata de una crisis de angustia, hay que realizarle un electrocardiograma para descartar un infarto cardiaco.
¿Cómo actuar ante una crisis de ansiedad?
Hay que tener en cuenta que una crisis de estas características puede aparecer en cualquier momento y lo habitual es que dure de 5 a 30 minutos. Puede ser motivada por diversas causas, tanto problemas físicos como psíquicos.
Es muy frecuente que después de algunos episodios de crisis aparezca “agorafobia” como una complicación indeseable, es decir, miedo a sufrir un nuevo ataque en lugares normalmente concurridos, desde donde resulte difícil salir o recibir ayuda.
Por tanto, para evitar esto, la actitud inicial del médico ante una crisis de ansiedad, ha de ser de calma, de comprensión y tranquilizadora. Esta actitud médica es muy liberadora para el paciente, que incluso empieza a calmarse a medida que narra su proceso de pánico.
Si observamos que el paciente hiperventila, se le hace respirar en una bolsa de plástico, ayudando a disminuir la sintomatología somática secundaria.
Si la angustia no cede, hay que recurrir a la utilización de ansiolíticos, fármacos que ayudan a disminuir el grado de ansiedad.
Por último añadir, que es aconsejable sumar a la terapia farmacológica una terapia psicológica adecuada a este cuadro. Nuestro deber es recomendar ayuda psiquiátrica o psicológica a los pacientes que presentar este tipo de cuadro de repetición. Cuanto más prematuro sea el tratamiento, existen mayores garantías de un buen resultado y evitar recaídas.
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